Aida Espinosa
El amarillo y naranja de las flores de cempasúchil, el olor a incienso y copal, los altares, las ofrendas, la luz de las velas, logran, en conjunto, una armonía hipnotizante.
Las calles, plazas y panteones, se prepararon desde temprana hora para el encuentro de dos mundos, para el regreso de seres queridos que partieron del plano terrenal.
Las familias enteras, decoraron las tumbas de sus difuntos, listos para la reunión que, según las creencias, se da la noche del 1 de noviembre, en medio de un misticismo y magia que solo puede sentirse en estas fechas.
Tras horas de convivencia entre vivos y muertos, los panteones se fueron desalojando, dejando vivo el pacto eterno de volverse a encontrar.